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martes, 21 de agosto de 2012

Ceremonia del fuego

Vivir en una ciudad como Buenos Aires, tiene muchas desventajas es cierto, pero es bueno reconocer que tiene otras tantas ventajas.

¿Dónde más puede uno transportarse en colectivo de la línea 130 directamente desde Munro a Japón? Bueno, aquí se puede. (Aunque algunos odien esta empresa de colectivos y si no me creen vean esto)

El domingo 19, se llevó a cabo en el Jardín Japonés, la ceremonia conocida como Dondoh Matsuri, la Ceremonia del Fuego.

En dicha ceremonia, se escribe en tablillas aquello que ha sucedido el año que concluye y que no queremos que se vuelva a repetir. Ojo con la consigna que es importante, lo que NO queremos que se vuelva a repetir.

La tablita, se anuda a un árbol de metal que es transportado por hasta la isla y luego embarcado en una balsa, prendido fuego y llevado al medio del lago. Más por una cuestión de seguridad imagino que por una necesidad ritual.


Si bien es ese el "acto central", tambén hubo muestras de diferentes manifestaciones culturales niponas y la más interesante de todas...¡comida!

No llegamos a comer nada, había mucha gente y llegamos bastante sobre la hora. Hubo realmente mucha gente y la pasamos genial.

Por un rato nos transportamos al país del sol naciente, con solo tomarnos un bondi.

Alguno de los que estuvo, ¿nos cuentan lo que nos perdimos?

miércoles, 9 de marzo de 2011

La previa

El verano recién había comenzado y yo recién había instalado mi acondicionador de aire.

¿Sabía que goteaba? Sí obvio, todos gotean.

¿Me importaba donde caía la bendita gotita? No, ni un poco.

Para ser justo conmigo mismo debo decir que me fijé donde decantaba la gota.

Caía sobre una maceta, un piso debajo y de ahí volvía a retomar su camino descendente hacia un toldo, dos pisos más abajo.  

Y si bien era claro que el pedacito de H2O continuaba su derrotero hacia el vacio, también es cierto que su destino final me tenía sin cuidado. Pensaba que dos pisos hacia abajo, la misma pasaba a ser parte libre de este mundo.

Fui feliz (mientras duro la inconsciencia , hasta que un día por la mañana una vecina me vino a plantear que le caía mi gotita y le molestaba. No a ella en realidad, sino que potencialmente le iba a molestar a su vecino de al lado, que según ella, era un tanto susceptible al goteo constante.

No sonaba creíble. Sonaba más bien a ese tipo de historias que uno suele escuchar: “Tengo un amigo que me dijo que  depilarse con cera las piernas duele.” o “Yo te prestaría el auto para que te fueras de vacaciones, pero mi mujer no quiere y vos viste que la flaca tiene sus carácter”.

La miré, reflexioné y teniendo en cuenta  la buena convivencia consorcial decidí aceptar su sugerencia de solucionar el inconveniente, poniendo debajo de la manguera un balde.

Y así, debí  hacerme cargo de la bendita gota.

Creí haberme librado del problema, pero como ya conté, no estaba ni un poco cerca de haberlo hecho.